Allá por el 2017 me dio un arrebato curioso.
Estaba en un momento de reflexión donde no me tenía ningún sentido el estilo de vida de la gente.
🔴 Trabajar para comprar. Comprar para aparentar. ¿Aparentar para trabajar?
No sé.
No me sonaba, ni me suena, bien.
El caso es que, queriendo salirme un poco de ese bucle sin sentido, me propuse estar un año sin comprar.
Ojalá un año sin trabajar, pero aún no he aprendido a hacer la fotosíntesis.
Y por eso mismo, en ese año sin comprar había excepciones: comida y bebida, medicamentos, productos de aseo y combustible para el coche.
El ocio estaba permitido.
Lo que quería es salir de comprarme cosas que no necesitaba, pero no pretendía amargarme y encerrarme en casa.
La verdad es que me parecía un reto bastante difícil a pesar de que no era (ni soy) de comprar mucho porque no me gusta.
Pero aún así, ¿un año sin comprar nada?
¡Uf!
«Uf» es lo que decía la gente cuando se lo contaba.
Pero bueno, que lo conseguí. Y no lo conseguí.
Me compré algunas cosas a lo largo del año: unos pantalones y unas zapatillas para trabajar, un bote para llevar un medicamento a un viaje y una camiseta de las fiestas del pueblo de unos amigos.
Pero para mí lo conseguí, porque ni te imaginas la cantidad de cosas que dejé de comprar.
Y lo que vino después...
¡Ay! Lo que vino después fue mejor aún.
Lo cuento un poco más adelante.
A pesar de lo mucho que le chocaba a la gente lo de no comprar cosas nuevas durante un año, no era nada innovador.
Ya se había hecho antes y con el tiempo parece que se ha vuelto un reto un tanto popular.
De hecho, hasta Forbes tiene una guía sobre ello, que me hubiese venido bien en el momento.
Por si le quieres echar un vistazo: https://www.google.es/amp/s/www.forbes.com/sites/joshuabecker/2020/10/29/the-ultimate-guide-to-a-no-buy-year/amp/
También cuenta varias historias curiosas de gente que ha pasado por la experiencia.
CONCLUSIONES DE UN AÑO SIN COMPRAS
Algunas de las conclusiones a las que llegué me las esperaba:
- Compramos mucho por impulso y muy poco por necesidad.
- Que, al contrario de lo que piensa mucha gente, comprar no nos hace sentir mejor. Que nos puede dar un alivio poco duradero y nada significativo.
- Que necesitamos mucho menos de lo que pensamos. Que en realidad no necesitamos casi nada, pero nos creamos necesidades muy absurdas.
Pero también llegué a algunas conclusiones que no tenía en mente antes de empezar:
- Las cosas gastan tiempo. Lo que compres lo pagas con tiempo, el tiempo que has invertido para ganar dinero para conseguir esas cosas. Además comprar te quita tiempo. Ordenar tus cosas y limpiar te quita tiempo. ¿Y sabes qué? Todo ese tiempo que has gastado, no vuelve.
- Las cosas te quitan libertad. Cuanto más cosas tienes más te atas a un lugar, a una forma de vida, a unas obligaciones, a un tener que mantener el trabajo para mantener esas cosas, a la necesidad… Las cosas te atan, te quitan libertad.
Y con estas conclusiones en mente, empezaron a molestarme muchas de las cosas que había por casa. Así que esto me llevo a mi siguiente «reto».
CÓMO LIBRARNOS DE COSAS DE FORMA SENCILLA
Como decía, después del año sin comprar, me empezaron a sobrar cosas por todos lados. Me molestaban bastante.
Pero de la misma manera que decía Fernando ayer en los comentarios del canal de Telegram, quitar es difícil...
Aunque encontré una manera que me gustó bastante por aquel entonces.
Sin pretender ser una Marie Kondo ni volverme minimalista de la noche a la mañana, busqué cómo se podía hacer más fácil lo de quitarnos cosas de encima sin que vengan los «por si acaso» o los «le tengo mucho cariño».
Me encontré con una propuesta muy interesante de estos tipos: https://www.theminimalists.com/ (Por cierto, que tienen un documental en Netflix que me gustó bastante).
Bueno, la propuesta era la siguiente: un reto de 30 días donde vas eliminando una cosa más cada día.
Es decir, el día 1 sacas una cosa, el día 2 sacas 2 cosas, el 3 pues 3, hasta el 30 que sacas 30.
Fue muy guay porque los días del principio quería deshacerme de más y las iba pensando para los días siguientes. Creí que los últimos días iban a ser más difíciles, pero no.
El resultado es que al final tienes 465 cosas menos. Y esas son bastantes cosas.
Yo lo hice solo en mi habitación. Entre ropa, objetos y cosas que ni sabía que estaban allí, hice 4 montones que me superaban en altura.
A ver, que sí, que no soy muy alta, pero eran bastantes cosas.
De esos 4 montones, dos fueron para tirar, uno para donar y el más pequeñito para vender.
Se pueden ir eliminando las cosas día a día, pero a mi me gustaba ver el montón de movidas que me iba a quitar de encima. Y encima como lo estaba documentando todo para contar en un blog que tenía por entonces, pues me lo fui guardando hasta el final.
El día que saqué los montones de casa, no solo gané espacio, sino que me quedé muy tranquila.
Así que, bueno, te animo a probarlo alguna vez, que viene muy bien.
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