Ya no tienes 18 y yo tampoco
Ayer veía como la protagonista de una serie (Harlem, por si te interesa) tenía que asumir que ya no tenía 18 años.
Verás.
Tenía un plan de vida trazado en el que a los 30 estaría casada con su novio de entonces, sería una profesora universitaria eminente que inspirase a jóvenes y a toda su raza, y alguna cosa más...
La realidad es que su novio no era su marido, ni siquiera su novio. Tenía un puesto de profesora adjunta que peligraba y, aunque sus clases tenían lista de espera, no estaba inspirando tanto como quisiera...
Y en medio de lo que ella consideraba un desastre, su psicóloga le pregunta:
- ¿Cuándo trazaste ese plan?
- A los 18.
- ¿Y eres la misma persona que con 18?
- No.
- Entonces deberías trazar otro plan... O espera... ¡No! Ningún plan. Solo déjate llevar.
Ahí me vi a mí hace unas semanas, con 32 años frustrada en el sofá porque no había conseguido lo que había planeado y encima me estaba comparando. Comparando con gente que se supone que sí lo ha conseguido. Sin conocer las circunstancias ni mucho menos la realidad.
Los planes están para ser modificados.
Por eso, cuando vi hace un rato un mensaje de un compañero que decía que a estas alturas ya tendría que haber dejado su trabajo, pero que había sido imposible, así que estaba reorganizando todo, me pasaron dos cosas:
1. Me dio pena que no lo hubiese conseguido.
2. Me alegré que en vez de mostrarse frustrado, aceptase que solo había que hacer unos ajustes.
Los planes están para ser modificados cuando dejan de tener sentido.
Darnos cuenta de que ya no lo tienen es lo complicado.
¿No?